**VERSION EN ESPAÑOL**

Siempre que nos bajamos de un avión nos encontramos cara a cara con la novedad y un sentimiento de extrañeza. Todo eso a la vez que intentamos acostumbrarnos a la nueva cultura, comida, cabinas telefónicas y un mundo de cosas que varían entre país y país.

Entre que Francis y Mike (los tíos de Kevin) nos mimaron de buena manera durante estancia con ellos y el haber tenido coche en Florida nos costó volver tener que encargarnos de todo y trasladarnos con los mochilones a la espalda. Cuando llegamos a Rio estábamos cansados del vuelo nocturno. Al cansancio se unían todas las advertencias de que Rio no era una ciudad segura así que sin pensárnoslo dos veces dijimos: Nos vamos de aquí ya! (si bien más por el momento...)

Y llegamos a Búzios...

Fue Brigitte Bardot quien colocó a Búzios en el mapa durante los años sesenta al ser fotografiada en varias de las playas que bañan este pequeño edén.
Elegimos este pueblo costero por que parecía que iba a ser tranquilo y después de viajar al paso que viajamos por Centro América y Florida no teníamos ganas ni de ciudad ni bullicio.
Fue una elección excelente por que sin saberlo llegamos en la mejor época del año, invierno. No es que signifique que hacía frío, ni mucho menos, (en la costa brasileña es verano durante todo el año) si no que no había nadie y al ser baja temporada todo era muy barato. Así que encontramos una posada a ras de mar. Era increíble dormirse al son del océano atlántico!!!!
En cuatro días fuimos introducidos a algunas de los deleites brasileños: playas increíbles, comida deliciosa y una hospitalidad formidable.

Salvador de Bahía

Mamma mia!! este país es GIGANTE!!! Viajamos hacia el norte durante 31 horas y tan solo cubrimos menos de una tercera parte de la longitud del país!
Después de tal lección en el tamaño de Brasil llegamos a Salvador de Bahía (conocido localmente como Bahía).
Tan solo llegar conocimos a un chico que nos comento que había un ensayo de Capoeira (una combinación entre artes marciales y danza) en un fuerte cerca del hostal donde nos hospedábamos. Y nos fuimos de cabeza a verlo. Duró unas tres horas en las cuales grupos de dos personas se divertían luchando a cámara lenta (comentario para mis primas/os: estilo Juan y Rafa en el parque de cerca de la casa antigua!! jejeje) al son de instrumentos y gente cantando. Alucinante, de verdad. El maestro tenía 84 años y al final de todo se levantó y cantó con el resto del grupo.

Al día siguiente se celebraba el día de la independencia en Brasil. De buena mañana experimentamos lo que es una celebración al estilo brasileño. Tambores, bandas de música, desfiles de gente bailando por las cuestas adoquinadas del centro histórico. Petardos, ruido, multitudes que no parecían seguir una ruta estipulada... así que sin saber realmente a que plaza o parte del centro se dirigían nos unimos a la muchedumbre. Al llegar a la plaza principal el gentío se fue dispersando y nos fuimos a tomar algo con el grupo con el que salimos la noche anterior. A este grupo se añadió un profesor de Capoeira, Alex, al que conocimos la noche anterior y quien nos mostró los lugares que frecuentan la gente del pueblo. Fue una experiencia muy interesante y si teníamos alguna pregunta el nos la contestaba con mucho gusto.

Una cosa que nos sorprendió agradablemente en Bahía (a parte de encontrar el mejor helado de coco del mundo) fue el calor y respeto con el que fuimos recibidos y tratados. La gente nos intentaba ayudar en todo lo que podían y nunca nos trataron de cobrar un Real (moneda local) más de la cuenta. Es más, si por alguna razón les dábamos de más, nos lo decían. Esto contrastó con la manera en la que viajábamos en algunos países de América central donde teníamos que estar a la retaguardia en todo momento para que no nos timaran.

Y bueno, como os podréis imaginar, después de viajar durante dos meses seguidos tuvimos (por necesidad más que por placer) que pausar el ritmo al que viajábamos.
Mientras nos relajábamos en una posada con vistas al mar llegamos a la conclusión de que realmente no hace falta ver todas y cada una de las iglesias, plazas, monumentos y museos de una ciudad para capturar su esencia. También descubrimos que a menudo se puede aprender mucho simplemente sentándose en un restaurante y contemplando como se relaciona la gente y por supuesto relacionándote con ellos.
A partir de ahora hay pocas cosas que tenemos planeadas ver, todo lo demás estará expuesto a la aventura.

Trancoso

En el camino de regreso a Rio paramos en una pequeña aldea llamada Trancoso. Coincidió con que hacía 4 años que Kevin y yo empezamos a salir por lo que pensamos que esta minúscula parte del mundo sería el lugar perfecto para celebrar nuestro aniversario.

Fundada por los Jesuitas en el siglo XV para la propagación de la cristiandad por el pueblo indio, esta aldea se construyó a lo alto de un acantilado con vistas a una selva que roza el Atlántico. Si... realmente hay que verlo para creerlo.
Este lugar es tan remoto que no hay cajeros o bancos! ni tampoco hay farolas en las calles (por la noche utilizábamos linternas). El dueño de la posada en la que nos hospedábamos nos dijo que no nos preocupáramos que al ser un lugar tan pequeño todo el mundo se conocía y era totalmente seguro. Así que por la noche salimos al centro y... uaaaaauuu! parecía que las estrellas estaban al alcance de la mano! Se veían satélites, estrellas fugaces y cuando preguntamos a los del pueblo que era aquella niebla de estrellas que se veía con claridad nos dijeron que era la Vía Láctea!! Vamos que cada vez que mirabas te perdías en tal bóveda celeste.
A eso se le podía añadir las lagartijas, gusanos de luz, pájaros y ranas para hacerlo una experiencia única tanto audible como visible.
Y como no para añadirle más magia a este lugar, cuando fuimos a cenar, pedimos un curry de pollo. Para nuestra sorpresa nos trajeron una salsa de curry con pollo, plátano, manzana y lentejas. Al principio pensamos que no nos lo podríamos comer, pero la verdad es que no podíamos parar de lo bueno que estaba!! Para quien el gusta lo dulce: este plato es para ti!!